«¿Te funciona?» es la pregunta que planteo a quienes exigen un cambio. Mi terapeuta-entrenador ejecutivo la formuló de forma más suave y con menos agresividad pasiva de lo que yo lo habría hecho, pero he formulado la pregunta suficientes veces como para entender su naturaleza retórica. Ambos sabíamos que mi enfoque no tenía éxito, así que no hacía falta plantearlo explícitamente.

«Poco después, Jesús les dijo a sus discípulos: —No se preocupen. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así estaremos juntos. Ustedes ya saben a dónde voy, y saben también el camino que deben tomar.» (Juan 14:1-4)

Esta parte de la Biblia se conoce comúnmente como el «Discurso de despedida». Hay otros cuatro discursos de Jesús mencionados en los Evangelios, pero éste es el más extenso e íntimo. Jesús es consciente de que sus días en la tierra están contados, y necesita impartir algunos mensajes cruciales a sus discípulos antes de partir.

Si has pasado tiempo con alguien en sus últimos momentos, sabes que las conversaciones son muy personales. Los discípulos no saben que éste es el final de su era con Jesús, pero él sabe lo que está por venir.

Sabe que estarán inseguros en los próximos días y que se enfrentarán a desafíos e inseguridad. Sabe que se sentirán abrumados por la tarea que les encomendará. Comprende que la gente acusará injustamente y malinterpretará a sus discípulos. Es consciente de que pronto se sentirán cansados y débiles. Jesús sabe que si sus discípulos intentan seguir sus propios métodos, no tendrán éxito.

Esto creará división y hará que luchen unos contra otros. También hará que se sientan abatidos por la falta de progreso.

Les darán ganas de abandonar porque creen que son insuficientes. Se sentirán desbordados por cosas que no pueden gestionar. Seguir su propio camino les hará cruzarse con Dios, con los demás y, sobre todo, consigo mismos.

La Clave

El versículo dice: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Si permanecéis en mí y yo en vosotros, daréis mucho fruto; sin mí, nada podéis lograr». La frase «no podéis conseguir nada» capta perfectamente la frustración de seguir un planteamiento ineficaz.

Aunque te hayas esforzado al máximo, los resultados siguen siendo insatisfactorios. A pesar de tus buenas intenciones y quizá incluso de tus rutinas disciplinadas, no estás viendo los logros.

Hay otras formas de traducir «no puedo hacer nada». Podrías decir:
«Nada parece funcionar» o
«No puedo tomarme un respiro» o
«La baraja está en mi contra» o
«¿Qué sentido tiene?» o
«Lo he intentado todo».
Cuando nada de lo que haces funciona, Jesús da una metáfora para ayudarte a saber en qué centrarte, y todo se reduce a una palabra: conexión. Jesús dice que él es el tallo y nosotros los retoños, y que si permanecemos unidos a él, produciremos mucho fruto. Aparte de él, nada funcionará como debería.

La palabra que sigue apareciendo cuando Jesús desentraña esta metáfora es permanecer. La versión inglesa estándar traduce aquí la palabra griega meno como «permanecer». Aparece once veces en Juan 15:1-15. En sus últimos momentos, Jesús sigue diciendo a sus seguidores que permanezcan con él.

No importa lo que pase en el futuro, no importa lo desanimado que estés, no importa lo decepcionado que estés, no importa lo frustrante que sea la situación, no importa lo cansado que te sientas, no importa las dificultades que experimentes, esto es lo único que nunca debes olvidar hacer: permanecer conectado.

Cuando tu camino no funcione, comprueba tu conexión con la Vid. Tú eres el pámpano y el trabajo más importante del pámpano es permanecer conectado a la Vid.

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