Con sólo 6 meses de edad, Adrian presentaba problemas digestivos y cuando cumplió tres años permanecía entre 80 y 120 días dentro de un hospital debido a que no podía comer nada sólido y esto lo debilitó al punto de dejarlo en silla de ruedas por 4 años más.
“Estaba muy enfermo. A menudo pensamos que iba a morir”, confesó su padre, Thomas Nygard para 700 Club.
“Mi clamor a Dios fue: ¿Se olvidó el Señor de nosotros? ¿Estás ocupado con otra cosa? Lloré hasta que no tuve más lágrimas. Y luego, en el silencio, vino. Podíamos sentir su presencia», dijo su madre, Marian Nygard.
En el transcurso de la enfermedad, Adrian tuvo otras complicaciones más como epilepsia y taquicardia; su salud empeoró tanto que los médicos le recomendaron a sus padres realizar viajes de despedida por las pocas probabilidades que tenía de sobrevivir.
Los viajes incluyeron como destino a California, dónde la familia visitó una conferencia de la iglesia Bethel, por el gusto que tiene Adrien de las canciones de adoración del grupo musical de la congregación.
Allí el niño supo dónde debía estar, “Mamá, ahora sé que lo que Dios tiene para mí, esto es lo que quiero. Sé que quiere lo mejor para mí», le dijo a su madre.
Hubo un momento dentro de la convención, dónde se oró por sanidad de todos los enfermos, Adrian levantó sus manos en oración y uno de los jóvenes vino a orar por él y la sanidad sobre su estómago; al momento, el joven no sintió mejoría pero lo inesperado estaba a punto de suceder.
Con los días, el chico fue alimentado con pequeños trozos de pan al comienzo de cada comida, y aunque era riesgoso para sus padres, el niño logró comer todo sin enfermarse y al día siguiente su apetito era otro.
Desde esa ocasión, Adrian logró comer alimentos sólidos con absoluta normalidad y la salud física que había perdido, se ha visto restaurada completamente.
“Su curación no vino con un manual. No sabíamos qué hacer. Empezó a comer de todo, nadie podía detenerlo”, dijo en forma de broma su madre.
A su regreso a Noruega, los médicos no hallaron explicación médica para su sanidad, por lo que lo calificaron como un milagro, » Este es un milagro de Dios, no puede ser otra cosa», dijo el fisioterapeuta.
Para el día de hoy, Adrian tiene 16 años y un gran testimonio de fe, “Creo en el poder de la oración y creo en el poder de Dios. Creo que nada es imposible para Dios».
“La curación está en el corazón de Dios. Él es quien es. Él es el creador, el que da vida, el que sana. Solía pensar que Dios puede sanar, pero no estaba seguro de si eso era lo que Él quería. Y ahora sé que Él quiere», finalizó su madre.