El impacto negativo de las redes sociales Hoy en día, una de las desventajas de Internet y de la fuerza invasora de las redes sociales es la frecuente exposición a noticias indeseables. No sólo nos ocupamos de nuestras propias dificultades, sino que también nos bombardean cada día con cada suceso trágico que ocurre a nivel mundial. Somos testigos de guerras en tiempo real, y las escenas de destrucción y violencia se convierten inmediatamente en vídeos en nuestros timelines de Twitter. No es fácil escapar de los aspectos negativos de nuestra sociedad, como la ira de la gente y el continuo recuento de sucesos difíciles sobre los que no tenemos ningún poder. Creo que soportamos un mayor peso de miedo y aprensión que nunca, ya que estamos expuestos a una mayor cantidad de noticias tristes que las generaciones anteriores. Esto nos pasa factura, causandonos agotamiento y desánimo, y haciéndonos sentir insignificantes mientras llevamos estas cargas sin ninguna esperanza de cambiarlas. Hace poco, le dije a mi mujer, Luella, que estaba cansado de todas las noticias negativas y que quería ver algo relajante.
Sin embargo, hay un tipo de malas noticias que usted y yo a menudo nos esforzamos por negar, pero que necesitamos afrontar desesperadamente. Afrontar esta noticia es una cuestión de vida o muerte, aunque sea la peor de las noticias. Estar dispuesto a abrir tu corazón a esta noticia profundamente mala pondrá tu vida en una trayectoria gloriosamente nueva que, literalmente, no tiene fin. Esta es una mala noticia que tú y yo necesitamos oír. Sin esta noticia no nos entenderemos a nosotros mismos, ni a nuestras relaciones, ni al mundo en el que vivimos. Y lo que es más importante, no comprenderemos la profunda necesidad que tenemos de lo que la persona y la obra de Jesús pueden ofrecernos.
«Willingness to accept this very sad news will lead you to a wonderful new path in life that never ends.»
Debemos escuchar, comprender y reconocer el daño causado por nuestros pecados. Me parece esclarecedora la sincera confesión de David en el Salmo 51, cuando describe el pecado con tres términos: transgresión, iniquidad y pecado. La transgresión implica hacer caso omiso intencionadamente de los límites de Dios, como aparcar en una zona prohibida después de haber visto la señal. Elegir hacer lo que uno quiere, aunque vaya en contra de lo que Dios ha ordenado, es un patrón en el que caemos. Por desgracia, el espíritu de rebelión está presente en todos nuestros corazones sin intervención divina. La iniquidad se refiere a la impureza moral, como el agua contaminada con productos químicos nocivos que debe ser purificada. El pecado no es sólo un acto de mal comportamiento, sino un problema profundamente arraigado en el corazón. Mi mayor problema, aparte de la intervención divina, es que soy inherentemente un pecador. Esto define quién soy, y no simplemente lo que hago mal. Mi mayor problema, aparte de la intervención divina, es que soy inherentemente un pecador. Mi mayor problema, aparte de la intervención divina, es que soy inherentemente un pecador. Como está arraigado en mi naturaleza, no puedo librarme de él por mí mismo. Aunque pueda escapar de las circunstancias y de los individuos, nunca podré escapar de mi verdadero yo. La pregunta retórica del libro de Jeremías es útil en este caso:
(Jer. 13:23)
¿Puede el etíope cambiar de piel
o el leopardo sus manchas?
Entonces también pueden hacer el bien
los que estáis acostumbrados al mal.
El etíope tiene la piel oscura por naturaleza y, como todos los humanos, no puede cambiar el color de su piel. Si se tiñera la piel, le crecería una nueva capa de su color original. Del mismo modo, un leopardo tiene manchas distintivas, y aunque se afeitara, las manchas volverían a crecer. El pecado forma parte de nuestra naturaleza y, como tal, no podemos escapar de él ni vivir una vida buena y constante ante Dios por nuestras propias capacidades.
El término pecado pone de relieve nuestra incapacidad. Esto es análogo al pecado. Esto es análogo al pecado. Nos debilita y nos hace caer constantemente por debajo del punto de referencia santo, sabio y amoroso de Dios. Imagínate que te pasas un siglo sosteniendo un arco, esforzándote por dar en el blanco, y cada vez que sueltas una flecha, se queda corta. A pesar de tus óptimas intenciones y esfuerzos, nada cambia; tus flechas siempre fallan en alcanzar el blanco. Esto es análogo al pecado. El pecado nos impide alcanzar el nivel que el Creador quiso para nosotros y las cosas que deberíamos hacer. La gracia puede rescatarnos, perdonarnos, aceptarnos, transformarnos, fortalecernos y liberarnos. Hay tres palabras que describen nuestra necesidad de la gracia del Señor Jesucristo: transgresión, iniquidad y pecado. Estas palabras deberían llevarnos a abandonar nuestra propia justicia, a soltar nuestras aspiraciones de superación personal y a pedir ayuda. Estas palabras deben llevarnos a sentirnos espiritualmente desesperanzados. Este sentimiento debe hacernos abandonar la esperanza en nuestros propios esfuerzos y depender del Salvador para nuestra esperanza.