Hebreos 6.11, 12

El Padre celestial ha hecho muchas promesas en la Biblia, porque le encanta bendecir a sus hijos. Pero eso no significa que esas bendiciones sean nuestras de manera automática. ¿Cómo podemos recordar sus promesas y orar con fe? Para verificar la validez de las necesidades que traemos al Señor, aquí hay varias preguntas que debemos hacernos:

  • Cuando le pido a Dios que cumpla alguna de sus promesas, ¿lo hago con espíritu de sumisión?
  • ¿Puede Dios responder mi petición sin interferir con su voluntad en cuanto a la vida de otra persona?
  • ¿El Espíritu Santo da testimonio a mi espíritu de que a Dios le agrada mi petición?
  • ¿Será honrado Dios al satisfacer esa promesa?
  • ¿Mi petición es contraria a la Palabra de Dios?
  • Si el Señor concede esa promesa, ¿servirá para favorecer mi crecimiento espiritual?

Una vez que hayamos respondido estas preguntas, heredar las promesas de Dios dependerá de tres cosas: primero, necesitamos pedir con fe, pues nuestro Padre celestial quiere premiar a quienes confían en Él (Gn 15.6He 11.6); segundo, debemos ser obedientes a la voluntad del Señor; y tercero, necesitamos paciencia para esperar su tiempo perfecto. Las promesas de Dios bien valen la espera.

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