El Padre celestial ha hecho muchas promesas en la Biblia, porque le encanta bendecir a sus hijos. Pero eso no significa que esas bendiciones sean nuestras de manera automática. ¿Cómo podemos recordar sus promesas y orar con fe? Para verificar la validez de las necesidades que traemos al Señor, aquí hay varias preguntas que debemos hacernos:
- Cuando le pido a Dios que cumpla alguna de sus promesas, ¿lo hago con espíritu de sumisión?
- ¿Puede Dios responder mi petición sin interferir con su voluntad en cuanto a la vida de otra persona?
- ¿El Espíritu Santo da testimonio a mi espíritu de que a Dios le agrada mi petición?
- ¿Será honrado Dios al satisfacer esa promesa?
- ¿Mi petición es contraria a la Palabra de Dios?
- Si el Señor concede esa promesa, ¿servirá para favorecer mi crecimiento espiritual?
Una vez que hayamos respondido estas preguntas, heredar las promesas de Dios dependerá de tres cosas: primero, necesitamos pedir con fe, pues nuestro Padre celestial quiere premiar a quienes confían en Él (Gn 15.6; He 11.6); segundo, debemos ser obedientes a la voluntad del Señor; y tercero, necesitamos paciencia para esperar su tiempo perfecto. Las promesas de Dios bien valen la espera.